sábado, 28 de junio de 2014

Evangelio Dominical




Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):


En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»


Palabra del Señor

Una medalla, una puerta y una lápida. Hablemos de amor . Por Rodrigo Huerta Migoya



Si hacemos un repaso por la vida de todo cristiano devoto del Corazón de Jesús, nos encontramos con múltiples rincones de la vida diaria dónde su imagen está presente: en el coche, en la pulsera, en el calendario del garaje, en la estampita de la cartera, en la imagen que tengo en el “hall”, en el taco de la cocina, en el detente que guardo en la chaqueta, en el escapulario que llevo encima … Y es que el amor de Dios quiere estar presente en nuestras vidas, pero no siempre nosotros le dejamos entrar hasta el salón, sino que, casi como a su propia imagen, lo aparcamos junto al felpudo del recibidor.

La medalla. ¿Quién no tuvo, lleva o conserva aún con cariño su primera medalla? Esa que abuelas y madrinas nos lucían al cuello teniendo en un reverso el corazón de Jesús y al otro la Virgen del Carmen para los niños (futuros marineros de comunión) y la Virgen niña para las chicas. Es una piadosa costumbre que según las zonas cambia, pero que a Dios gracias aún no se ha perdido del todo como nos lo demuestran cada año nuestros niños de Lugones. Qué hermoso pues sentir el peso sobre el pecho del relieve del corazón de Cristo como si nos dijera: No me quites, llévame contigo, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mt 11,30). Jesús nos muestra su pecho traspasado por nosotros, nos muestra la inmensidad de su amor. No podemos pues, permanecer impasibles ante algo tan grande; no es una devoción sin más, sino aquella que nos habla y recuerda que no hablamos de un justiciero o vengador, sino del que en sí es todo amor.

Mi puerta: Yo soy la puerta, el que pase por mí se salvará (Jn 10,9). Hoy la variedad de puertas es muy amplia en Lugones, pero hubo un tiempo no muy lejano en que en todas y cada una de ellas estaba custodiada por una chapita con la imagen del Corazón de Jesús. En unas salía como rey, en otras de medio cuerpo o sentado; otras además rezaban: bendeciré; Dios bendiga este hogar; reinaré en España, etc.
Han pasado los años, por lo que  hemos comprado nuevas y buenas puertas, algunas hasta blindadas, más sin darnos cuenta, hemos quitado al mejor portero o nos hemos olvidado de cambiarle para la nueva siendo su destino el vertedero. Nuevamente volvemos a escupirle, zarandearle y jugamos a aquello de: Haz de profeta Mesías ,adivina quién te ha pegado. Cada vez que nos dejamos arrastrar, que pasamos de ser ovejas astutas a borregos torpes, golpeamos sin darnos cuenta al Señor. 

Del amor que yo te hablo hoy se que no está de moda, suena a rollo … no es un amor que salga en las conversaciones de la sidrería, ni en los “deluxe” y, dentro de poco, ya ni en los periódicos. Pero, ¿acaso salía el corazón de Jesús en prensa pretenderlo? Pues sí, por supuesto. Quedan aún periódicos locales y comarcales dónde en las últimas páginas uno se podía encontrar una estampita pequeña del corazón de Jesús con un texto anónimo dónde un devoto agradecía públicamente una gracia o favor recibido. Es un Amor sin fronteras, aunque desde hace unos años en adelante parece que este amor da sarpullido y hay que quitarlo de la vista pública. Sin embargo Él nunca podrá salir de nuestra sociedad y cultura ya que está íntimamente ligado a ella. No son pocos los lugoninos que suben desde el Puente Vieyu hasta lo alto del Picu Paisanu para contemplar extasiados como Jesús, con sus brazos y su corazón abierto, corona y bendice nuestra tierra desde allí.

Lapida y epitafio. Finalmente, si hasta aquí su acompañamiento en la vida, no son pocos los que se van de ésta orgullosos de haber podido tener el privilegio de descubrir lo que es sentirse amado y haber amado a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como uno mismo.  Prueba de ello son las esquelas dónde aún hay valientes que piden poner bajo su nombre, por ejemplo: Cofrade del Corazón de Jesús de Riaño–Langreo. Otros piden ser enterrados con la medalla, el escapulario o algo de esta querida devoción. También lo vemos en nuestro cementerio, dónde no faltan relieves, grabados e imágenes del Corazón de Cristo en las lápidas de los nichos. Ese Corazón que hace que el nuestro, aunque parado y frío muchas veces, no deje nunca de latir.

Sagrado Corazón de Jesús, haz nuestro corazón semejante al tuyo.


Rodrigo Huerta Migoya

jueves, 26 de junio de 2014

Fiesta litúrgica de San Pelayo en Oviedo


Nace a comienzos del siglo X, en Albeos, diócesis de Tuy (Galicia) Durante el califato de Abderramán III, es hecho prisionero en la batalla de Valdejunquera. En Córdoba el niño pasa cuatro años en la cárcel. Con una profunda fe en Cristo, al negarse a renunciar a su fe y su dignidad, muere martirizado el 26 de Junio del año 925. Tiene entonces trece años de edad.


Sus reliquias, recogidas por los cristianos de la ciudad, se trasladan hacia el norte de España. La peregrinación desde el lugar de su martirio hasta Oviedo difunde la noticia del testimonio impresionante del joven Pelayo. Numerosas parroquias lo adoptan como santo patrono. Sobre todo en León donde, en un primer momento, depositan sus reliquias en un monasterio construido a tal efecto. Una vez en Oviedo, en el año 994, la comunidad de monjas benedictinas que lo acoge coloca la urna de las reliquias debajo del altar mayor de la Iglesia del cenobio, que a partir de entonces pasar a llamarse “Monasterio de San Pelayo”

Recorte de Prensa



El Ayuntamiento de Siero da 5.000 euros a Cáritas de Lugones para el programa de familias

25.06.2014 | 06:34

El Ayuntamiento de Siero y Cáritas Parroquial de Lugones firmaron ayer el convenio por el cual el Consistorio dará a la entidad humanitaria una subvención de 5.000 euros para su programa de atención a las familias. El dinero servirá para atender necesidades derivadas de la adquisición de ropa, medicación, alimentos, libros de texto y material escolar de enseñanza obligatoria, entre otras cuestiones, informa F.T.

Carta semanal del Sr. Arzobispo



La aldaba de Cáritas


Hay una sombra bondadosa que se alarga a través de nuestros días, cuando hablamos de Cáritas y lo que los cristianos hacemos desde ella. En nuestro mundo siempre ha habido un sinfín de propuestas que salen al paso de nuestras necesidades hambrunas: hambre de paz, hambre de justicia, hambre de amor, hambre de esperanza, hambre de verdad, hambre de felicidad. ¡Cuántos nombres tiene el hambre de nuestro corazón! ¡Cuántos sucedáneos de alimentos falsos que no colman ni calman nuestra verdadera hambre de bien! Y, sin embargo seguimos frecuentando lo que sabemos que no sirve, lo que sabemos que nos engaña como si un simple tentempié pudiera nutrir una vida entera que necesita el alimento verdadero.

Cáritas es siempre un aviso que nos recuerda estas cosas. Aviso porque de tanto ser engañados podemos llegar a pensar que la vida es así y que no tiene remedio, y sólo cabe resignarse. Recordatorio porque Jesús nos invita a sacudirnos la inercia de esta resignación para hacernos rebeldes con su santa osadía. Dios se nos da en alimento como se parte un pan tierno y bendito. En el trasiego de nuestro camino, siempre encontraremos a Jesús que se pone junto a nosotros a recorrer el sendero, mientras nos cuenta la historia verdadera para la que hemos nacido, nuestros ojos se abren a una luz que no han hecho nuestras manos y el corazón palpita de nuevo con un fuego inmerecido.

La Eucaristía es el milagro de este gesto que permanece entre nosotros, memorial de esta entrega bendita cuando Jesús mismo se nos dio en la apariencia de un trozo de pan y de un sorbo como verdadero Cuerpo y Sangre que comulgamos con inmenso respeto y gratitud. Por este motivo no podemos comulgar de cualquier manera –lo diga quien lo diga–, ni pueden acceder a la sagrada comunión quienes no están en paz con el Señor por llevar en cualquiera de sus formas una vida de pecado. No se puede comulgar quienes han roto con Dios o con los hermanos, como nadie da un abrazo o un beso a aquellos con los que previamente se ha de reconciliar. Nosotros no podemos comulgar al Señor sin comulgar también al hermano, porque tenemos que amar a Dios amando cuanto ama Él y como lo ama Él. Jamás los verdaderos cristianos y nunca los auténticos discípulos que han saciado las hambres de su corazón con el Cuerpo de Jesús, se han de­sentendido de las otras hambres de sus hermanos los hombres. Comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos. No son la misma comunión, pero son inseparables.

Las noticias se afanan a diario en el recuento de cifras macroeconómicas. Unos las jalean con euforia para decir lo bien que vamos, otros las afean con insidia para decir que no es para tanto. Pero los que sufren en su propia carne la falta de trabajo durante tanto tiempo ya, o los jóvenes que no se han estrenado todavía, no reciben ayuda real ni motivos de esperanza en los discursos vacíos de quienes con interés impuramente político viven del jaleo eufórico o del afeamiento insidioso. Bien sabe nuestra Cáritas cómo se llama la desesperanza y el miedo en los que no ven salida inmediata a una crisis que tanto dura. Las puertas de Cáritas tienen una aldaba que tantos tocan: no les preguntamos de dónde vienen, ni a quién votan, ni siquiera en quién creen. Es un hermano sin más, un niño, un anciano, una familia que nos acercan su desahucio, sus facturas de alimento o de farmacia sin pagar, su historia de paro que no cambia. Se les acoge, se les escucha, se les acompaña, se les ofrece cuanto podemos y tenemos para poder paliar su hambre de tantas cosas.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo