sábado, 30 de enero de 2016

Evangelio Domingo IV del Tiempo Ordinario


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 4,21-30

En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor

viernes, 29 de enero de 2016

El Arzobispado aclara que sólo suspende la actividad de los voluntarios por una reestructuración interna, pero no el servicio



(lne/ Oviedo, L. Á. VEGA)

 El Arzobispado de Oviedo niega que la suspensión de la pastoral penitenciaria tenga que ver con el conflicto de la unidad terapéutica y educativa (UTE), e indica que obedece a una "reestructuración interna". Añade que no se ha suspendido la Pastoral, sino la actividad del voluntariado, y que los capellanes penitenciarios siguen acudiendo a la prisión, incluido el responsable del servicio, el jesuita José Antonio García Quintana, nombrado el pasado verano. 

El Arzobispado niega por otro lado que la decisión de suspender al voluntariado haya sido acordada con Instituciones Penitenciarias, como sostienen los miembros de la Asociación de Familiares y Amigos de la UTE, que ven en el parón una represalia por haber apoyado abiertamente el modelo originario de la unidad terapéutica, frente a los cambios establecidos por el Gobierno, y que en opinión de la entidad buscan el desmantelamiento del modelo.

En un correo remitido a los voluntarios de pastoral, García Quintana indica: "Después de muchos intentos en los últimos años, ha sido imposible reconducir la situación, me veo obligado a suspender temporalmente todas las actividades del voluntariado de pastoral penitenciaria en Asturias por un tiempo prudencial de tres meses".
 "Es una situación que, como muchos sabéis, viene de muy atrás y siento que hasta ahora hayan sido inútiles las conversaciones, llamadas de atención y sugerencias a darnos cuenta de dónde estamos, a qué grupo pertenecemos y ser conscientes de que somos y representamos a la Iglesia de Asturias en el centro penitenciario de Villabona: en nuestra relación con los funcionarios, dirección, miembros de otras ONG y finalmente ante las personas internas que son nuestro objetivo primero y más importante".

Continúa García Quintana indicando que, después del periodo de tres meses, . "Explicaremos bien qué es una delegación de pastoral penitenciaria, sus objetivos y el porqué de su presencia. Haremos un curso de formación y echaremos a andar con el ánimo de que en el futuro mejore nuestro funcionamiento y nuestra presencia sea más eficaz.

Hoy en la Diócesis de Oviedo Memoria de los Santos Julián y Serrano, obispos.



San Julián fue arzobispo de Toledo. Asiduo en la oración, apasionado por el culto divino, diligente conservador de las sagradas ceremonias, enriqueció el Oficio con nuevas ora- ciones. Presidió algunos Concilios de Toledo en los cuales fueron condenados los errores de los monoteletas. Escribió el Prognósticon y otras obras. Fue llamado al Cielo en el año 690. Las reliquias de su cuerpo -trasladado a Oviedo cuando la invasión musulmana- se veneran devotamente en la Catedral junto con las del obispo san Serrano.

jueves, 28 de enero de 2016

A la Ciudad Eterna


Carta semanal del Sr. Arzobispo


Verdaderos cristianos: murieron perdonando a sus verdugos

No estaban en la trinchera de enfrente. No se adiestraron ni para la guerra ni para ningún tipo de violencia. Después de 80 años la Iglesia los reconoce con la palma más heroica que corresponde a los mártires cristianos: los que mueren por el odio de la fe de sus verdugos, y perdonando a los que les quitaban de ese modo cruel la vida.

El pasado jueves 21 de enero, festividad de santa Inés, la Santa Sede daba la noticia de que el Papa Francisco tras despachar con el Cardenal Angelo Amato, Prefectode la Congregación para las Causas de los Santos, daba su autorización para que dicha Congregación vaticana publicase los Decretos de Martirio de cuatro fieles católicos asturianos. Los siervos de Dios: Antonio González Alonso, soltero de 24 años y estudiante de Magisterio; Isidro Fernández Cordero, minero de 43 años, casado y padre de siete hijos; Segundo Alonso González, minero de 48 años, casado y padre de doce hijos, y don Genaro Fueyo Castañón, de 72 años y párroco de Nembra.

Don Ángel Garralda García ha llevado adelante todo el trabajo del proceso de beatificación de estos mártires asturianos, preparando la documentación de la fase diocesana que concluyó en 2000. Ha habido que trabajar duro también en Roma hasta ver culminados todos los requisitos que nos permiten reconocer a estos hermanos como verdaderos cristianos en los que se cumplen las palabras de Jesús: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen (Mt 5, 44). Así lo describe Garralda en su libro “Los mártires de Nembra”: «Genaro Fueyo era el párroco de Nembra-Áller. La noche del 21 de octubre de 1936, dieciocho milicianos vecinos de su pueblo, cuatro de ellos mujeres, le metieron a empujones en la Iglesia. Allí se encontró a dos miembros de la Adoración Nocturna cavando, a punta de pistola, dos fosas frente al altar de los Santos Mártires. Un tercer agujero ya estaba abierto ante el altar mayor. En dos de los nichos los milicianos arrojaron, desangrados y descuartizados, a los fieles, después de darles tormento (...) A la tercera fosa fue arrojado el párroco, tras ser apuñalado y rematado con un tiro en la sien». La descripción señala con más pormenores lo que algunos testigos vieron suceder con todo el dramático patetismo de una crueldad que dejaba de ser violencia inhumana para ser algo de difícil definición.

Los otros tres martirizados eran mineros dos de ellos, y padres de familia numerosa. El otro, un joven estudiante que se preparaba para ser maestro en Oviedo. Murieron por su fe, murieron sin más cargo que el ser cristianos, murieron con el nombre de Cristo en los labios y perdonando a quienes así de cruel e impunemente les quitaban la vida con escarnio, befa, humillación y escándalo.

Para nuestra Diócesis es una llamada para despertar nuestra fe quizás aletargada en una cómoda mediocridad. Pero aquí en Asturias, ha habido hermanos y hermanas nuestros que pagaron con su vida su condición de cristianos. Es motivo de conmovida gratitud y de emocionado homenaje eclesial. No son pretexto para nombrar con rencor a sus verdugos ni siquiera para ironizar con las siglas políticas que propiciaron tamaño dislate. Pero sí para dar gracias por el inmenso testimonio creyente de estos cuatro hermanos que tanto amaron a Dios que supieron entregar su vida perdonando a quienes de ese modo se la arrebataban.

Tiempo tendremos de fijar el cómo y el cuándo de la ceremonia de beatificación que será en Asturias, tras hablar con la Congregación para las Causas de los Santos. Mientras tanto, a ellos nos encomendamos. Mártires del Señor, rogad por nosotros.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 27 de enero de 2016

Conmigo lo hicisteis (Mt 25,40)


Los grupos de don Matías. Por Jorge Glez. Guadalix



Era don Matías cura entrado en años, de sotana, cara de entre pícaro y bonachón, gato a sus pies y vida atada a su parroquia hasta casi confundirse con el retablo, la torre, el confesionario y la imagen de Santa Teresa, de mucho mérito, según dicen, y muy especial arraigo en la feligresía.

Su vida pastoral gastada entre misas, confesiones, exposición del Santísimo, la catequesis a algunos chiquillos y un grupito de señoras que lo mismo escuchaban una charla, que atendían el despacho de Cáritas que colocaban unas flores. Parroquia bien atendida, no faltaban parroquianos que acudían en muy buen número a misas y demás actos de culto y hasta se confesaban de cuando en cuando.

Cada vez que don Matías asistía a las preceptivas reuniones mensuales de sacerdotes, encontraba una nueva urgencia y un renovado modelo de vida pastoral. El pobre no daba abasto para tanta junta, tanta actividad, sacar adelante una completa estructura sin la cual, por lo visto, se hacía imposible una santa vida parroquial.

Un día fue llamado a entrevista con el obispo que quería comentarle algunas cosas. De paso, sonriente, le preguntó por esas nuevas estructuras pastorales, si iba introduciendo en la parroquia diversos grupos y asociaciones para un mejor funcionamiento de todo.

- Bueno, bueno. Dígame, don Matías, ¿y qué tal va con la parroquia? Supongo que con dificultades para conseguir grupos, equipos y consejos.

- Pues no crea, monseñor, que me voy haciendo con ello.

- A ver cuénteme sus progresos.

- De momento tengo consejo pastoral y consejo de economía. He formado un grupo de liturgia y constituido la junta directiva de Cáritas. Acaba de comenzar un grupo de vida ascendente y la semana que viene se pondrá en marcha otro de misiones.

- Me deja anonadado, esto sí que es trabajar y ponerse al día.

- No crea que tanto. Al final todo se vuelve muy simple. ¿Consejo de Pastoral? Juan, Pepe y María. ¿De economía? María, Pepe y Juan. ¿Vida ascendente, dice? Sin problemas: Pepe, Juan y María. ¿Liturgia? Juan, María y Pepe, y dos monaguillos muy majos. Todo hecho. Era facilito. Y si no le importa, me vuelvo para la parroquia, que mire qué horas se nos han hecho y esta tarde tengo a los niños, rosario, misa, exposición y visita a enfermos.

- Buena tarde, don Matías. Y que siga así, con sus grupos.

- Buena tarde, monseñor

martes, 26 de enero de 2016

Mensaje del Papa Francisco para la 50º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales



 “Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo”

Queridos hermanos y hermanas:

El Año Santo de la Misericordia nos invita a reflexionar sobre la relación entre la comunicación y la misericordia. En efecto, la Iglesia, unida a Cristo, encarnación viva de Dios Misericordioso, está llamada a vivir la misericordia como rasgo distintivo de todo su ser y actuar. Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. El amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. Y si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios.

Como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión. En particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino hacia la plenitud de la vida, que Jesucristo, enviado por el Padre, ha venido a traer a todos. Se trata de acoger en nosotros y de difundir a nuestro alrededor el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado, ese calor que da contenido a las palabras de la fe y que enciende, en la predicación y en el testimonio, la «chispa» que los hace vivos.

La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital. Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación.

Quisiera, por tanto, invitar a las personas de buena voluntad a descubrir el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades. Todos sabemos en qué modo las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles comunicarse y reconciliarse. Esto vale también para las relaciones entre los pueblos. En todos estos casos la misericordia es capaz de activar un nuevo modo de hablar y dialogar, como tan elocuentemente expresó Shakespeare: «La misericordia no es obligatoria, cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe» (El mercader de Venecia, Acto IV, Escena I).

Es deseable que también el lenguaje de la política y de la diplomacia se deje inspirar por la misericordia, que nunca da nada por perdido. Hago un llamamiento sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación. Y es precisamente esa audacia positiva y creativa la que ofrece verdaderas soluciones a antiguos conflictos así como la oportunidad de realizar una paz duradera. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. […] Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,7.9).

Cómo desearía que nuestro modo de comunicar, y también nuestro servicio de pastores de la Iglesia, nunca expresara el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humillara a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores y material de desecho. La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conocido sólo la frialdad del juicio. Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos. Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado – violencia, corrupción, explotación, etc. –, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones. Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia de ciertos comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de levantar al caído. El evangelio de Juan nos recuerda que «la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Esta verdad es, en definitiva, Cristo mismo, cuya dulce misericordia es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor (cf. Ef 4,15). Sólo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores. Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa.

Algunos piensan que una visión de la sociedad enraizada en la misericordia es injustificadamente idealista o excesivamente indulgente. Pero probemos a reflexionar sobre nuestras primeras experiencias de relación en el seno de la familia. Los padres nos han amado y apreciado más por lo que somos que por nuestras capacidades y nuestros éxitos. Los padres quieren naturalmente lo mejor para sus propios hijos, pero su amor nunca está condicionado por el alcance de los objetivos. La casa paterna es el lugar donde siempre eres acogido (cf. Lc 15,11-32). Quisiera alentar a todos a pensar en la sociedad humana, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevalecer, sino más bien como una casa o una familia, donde la puerta está siempre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente.

Para esto es fundamental escuchar. Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía. La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común.

Escuchar nunca es fácil. A veces es más cómodo fingir ser sordos. Escuchar significa prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5). Saber escuchar es una gracia inmensa, es un don que se ha de pedir para poder después ejercitarse practicándolo.

También los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros pueden ser formas de comunicación plenamente humanas. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición. Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral. Pido que el Año Jubilar vivido en la misericordia «nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación» (Misericordiae vultus, 23). También en red se construye una verdadera ciudadanía. El acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada. La red puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común.

La comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para muchas personas. Esto es un don de Dios, y es también una gran responsabilidad. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad». El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad.

La “X” de Pablo Iglesias. Por Guillermo Juan Morado.



Hoy me he enterado, porque ha sido noticia, de que, en la Declaración de la Renta, Pablo Iglesias ha marcado la “X” a favor de la Iglesia y, también, a favor de otros fines sociales. Ha hecho lo mismo que yo hago cada año. Con la diferencia de que sus ingresos son mucho mayores que los míos; o sea, que ha ayudado económicamente a la Iglesia más de lo que yo podría ayudar nunca – o, al menos, hasta ahora - .

Hay personas que cuestionan el sistema de asignación tributaria, según el cual un pequeño porcentaje de los impuestos que se pagan se destina, si el declarante así lo desea, a la Iglesia y/o a fines sociales. Y estos cuestionamientos proceden tanto del ámbito “laicista” – por entendernos – como del ámbito “católico”. Unos dicen, simplificando, que “el que quiera religión que se la costee”. Otros, que la Iglesia ha de ser libre y que no puede estar pendiente de que Hacienda facilite que los fieles ayuden a su sostenimiento.

Comprendo que hay razones a favor y en contra. Pero yo sí apoyo la asignación tributaria. Y lo hago por varios motivos:

- Porque es bueno que los ciudadanos – los contribuyentes – puedan decidir, al menos en una mínima parte, a qué se deben dedicar sus impuestos y a qué no. La Iglesia Católica se enfrenta cada año a una especie de referéndum, de la que no sale mal parada: muchos ciudadanos – y la soberanía política reside en los ciudadanos – quieren, voluntariamente, que una parte de lo que pagan vaya a la Iglesia. Sobre otras muchas cosas no se nos deja optar: nos guste o no, el dinero de nuestros impuestos financia partidos políticos, sindicatos y hasta abortos. Nadie nos concede el “derecho a decidir”.

- Porque creo que el Estado ha de respetar – y facilitar – el derecho a la libertad religiosa de los ciudadanos. Muchos españoles quieren tener cerca una parroquia, una iglesia, un centro de culto. Y, por ello, están de acuerdo con que, a ese fin, se destine un pequeño porcentaje de los impuestos que pagan. Porque los católicos son ciudadanos, y pagan impuestos.

- Y muchos otros, como Pablo Iglesias, católicos o no, consideran que la Iglesia hace bien a la sociedad. Es una falacia pensar que una cosa es Cáritas y otra la Iglesia. Cáritas tiene una primera célula de atención a las personas en las parroquias. Y el dinero de estas Cáritas parroquiales procede de los donativos que, en la Misa de cada primer domingo de mes, ofrecen los católicos practicantes.

Pero la Iglesia hace bien a la sociedad no solo por Cáritas – aunque sin Iglesia, no habría Cáritas – sino porque, como dice Jesús, “no solo de pan vive el hombre”. La Iglesia anuncia a Jesucristo y, de este modo, da sentido y esperanza a la vida de los hombres.

Suprimir la asignación tributaria – la famosa “X” – causaría a la Iglesia, hoy por hoy, un enorme daño. Los más perjudicados serían los más pobres: los que viven en parroquias pequeñas, en zonas rurales, donde sería imposible que muy pocos fieles sostuviesen el culto. La supresión de la “X” no afectaría, apenas, a las parroquias grandes de las ciudades.

En España tenemos pocos sacerdotes, y ya mayores. Si tuviesen que buscarse un trabajo civil para vivir – y, a cierta edad, eso casi no es posible -, se resentiría la atención pastoral. Y, desde luego, el número de parroquias se reduciría a la mitad.

Otras confesiones religiosas, si quisiesen, podrían escoger este tipo de ayuda. Si no tienen muchos fieles a los que atender, y muy dispersos, no les interesará hacerlo.

A la Iglesia Católica, sí – en mi opinión - . En pueblos muy pequeños ya solo queda la Iglesia.

La “X” de Pablo Iglesias está muy bien. Pero también es, en parte, una “X” – una incógnita – cuál sería, en la práctica, su política en asuntos religiosos. ¡Dios dirá!

lunes, 25 de enero de 2016

Campaña Anual de Manos Unidas: «Plántale cara al hambre: siembra»



(Manos Unidas) Esta nueva campaña marca el inicio de un Trienio de lucha contra el hambre (2016-2018) en los que Manos Unidas, la ONG de Desarrollo de la Iglesia Católica en España, trabajará para dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo desde una triple perspectiva: el mal uso de los recursos alimentarios y energéticos; un sistema económico internacional que prima el beneficio y excluye a los débiles y unos estilos de vida y consumo que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión.

Para Manos Unidas, solucionar el problema del hambre pasa por acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible.

Una semana especial con varias citas importantes

Miércoles 10 de febrero, a las 11 h.: Victoria Braquehais, misionera en República Democrática del Congo y responsable de proyectos de desarrollo en Kanzenze (Katanga/Lualaba) y Carlos Arriola, doctor experto en desnutrición infantil y presidente de la organización ASSAJO, socio local de Manos Unidas en Guatemala, el país de América Latina con índices más altos de desnutrición crónica infantil, acompañados por Soledad Suárez, Presidenta de Manos Unidas, ofrecerán una RUEDA DE PRENSA DE LANZAMIENTO NACIONAL de la Campaña de Manos Unidas, que tendrá lugar en los Servicios Centrales de Manos Unidas (Barquillo 38, 3ª , Madrid).

Jueves 11 de Febrero, a las 19 h.: En el Auditorio de la Mutua Madrileña (Pº de la Castellana 33, 28046 Madrid) tendrá lugar el Acto Institucional de Lanzamiento de la Campaña, en el que los dos invitados contarán sus experiencias a los socios, donantes, voluntarios y colaboradores de la organización y quien quiera asistir. Acto presentado porJuanma Castaño, periodista de Cuatro y COPE y con la actuación musical de la Agrupación Coral Iter.

Viernes 12 de febrero: como gesto de apoyo a los 793 millones de personas que sufren el hambre, cada día, en el mundo, Manos Unidas celebra el Día del Ayuno Voluntario con eventos en toda España y propone donar el importe de nuestra comida de ese día a los proyectos de desarrollo que realiza Manos Unidas en todo el mundo.

El Papa beatificará a 4 alleranos asesinados en la Guerra Civil


El cura Jenaro Fueyo, los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández y el joven Antonio González murieron en 1936

Oviedo, Eduardo GARCÍA 

Los ritmos de la Iglesia son lentos, pero casi siempre seguros. Cuando en el año 2000 Roma puso plazos (largos) al proceso de beatificación de cuatro asturianos asesinados en 1936 por su defensa de la fe, su promotor asturiano, el párroco emérito de San Nicolás de Bari, Ángel Garralda, llegó a la conclusión de que no iba a vivir para contarlo. Se hablaba entonces de no menos de diez o doce años.

Fueron 15, para ser exactos. El Papa Francisco firmó ayer el decreto de reconocimiento del martirio del sacerdote Jenaro Fueyo, de los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández (trabajaban en la Hullera Española, empresa del marqués de Comillas) y de Antonio González, estudiante de Magisterio. Eran alleranos, formaban parte del grupo local de la Adoración Nocturna y acabaron siendo víctimas de la locura de odio durante la Guerra Civil.

El decreto de reconocimiento papal es el último requisito para la proclamación de beatos, tras el informe del prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal italiano Angelo Amato.

La historia del sacerdote Jenaro Fueyo es conocida desde que el propio Garralda la incluyó en 1976 en su libro sobre las persecuciones a curas en Asturias. Fueyo era párroco de la iglesia de Nembra. Tenía ya 72 años cuando estalló la guerra. Los dos mineros tenían 48 y 33 años. El joven Antonio González estudiaba en la Escuela Normal, en Oviedo, y tenía 24 años. Lo mataron en un paraje entre Lada y Mieres y dejaron su cuerpo en una bocamina abandonada.

Cuenta Ángel Garralda que sus asesinos "le querían obligar a que blasfemase". No lo hizo y al parecer le cortaron la lengua antes de matarle.

Los otros tres cuerpos fueron enterrados en la misma iglesia de Nembra, que la guerra se llevó por delante y que fue una de las primeras en Asturias en ser reconstruidas tras el final de la contienda, en 1939.

Ángel Garralda, según contaba a LA NUEVA ESPAÑA en un reportaje sobre "los mártires de Nembra" en el pasado mes de mayo, se encargó de llevar personalmente a Roma, por orden del entonces arzobispo Gabino Díaz Merchán, el resultado del proceso llevado a cabo en Asturias. Era el año 2000. Toda la documentación fue entregada en la vaticana Congregación de los Santos. El relator general de las Causas de los Santos, el sacerdote español José Luis Gutiérrez, fue el destinatario del trabajo. Gutiérrez fue también relator de la causa de beatificación del arquitecto catalán Antonio Gaudí.

Se abre ahora un nuevo plazo, pero la rúbrica del Papa Francisco acorta los tiempos. La decisión está tomada.

sábado, 23 de enero de 2016

Evangelio Domingo III Domingo del Tiempo Ordinario


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1,1-4; 4,14- 21

Ilustre Teófilo:

Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba, y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: –Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

Palabra del Señor

viernes, 22 de enero de 2016

Orar por España. Por el Cardenal Cañizares


En los momentos cruciales que vivimos en el mundo y, particularmente, en España, confieso que siento la gran necesidad de acudir a la oración. Esto, no por evasión ni huida, ni por cruzarse de brazos, o alienación alguna; todo lo contrario, porque la oración sincera hecha desde la fe es el mayor de los realismos y del compromiso con nuestro pueblo.

La oración es también «un problema politico»; es confiar en Dios y a Dios, para quien nada es imposible, las situaciones duras y aparentemente sin salida que pueden ser cambiadas; y la oración es el arma poderosa de los creyentes buscando la ayuda de lo alto de donde, con toda certeza, nos vendrá el auxilio; es reconocer y confesar con total confianza que de la esterilidad es posible que nos venga la fecundidad y la vida, y que el cordero y el león pacerán juntos si Dios interviene.

Sentimos la necesidad de ver más claro, de que se nos abran los ojos, de superar cegueras u obcecaciones, de suplicar la ayuda y el favor de Dios sobre nosotros, sobre todos y cada uno de los hombres, sobre la sociedad y sobre la Iglesia, sobre España y el mundo entero, sobre nuestras familias y sobre nuestros pueblos con sus dificultades y sus inquietudes.

En momentos difíciles y cruciales como los que atravesamos me surgen espontáneas las palabras del Salmo: «Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor. Los gozos y las esperanzas, las tristezas y los sufrimientos de los hombres, son también de la Iglesia y los hace suyos, son también de nosotros, los que creemos en Dios y en su Hijo Jesucristo. Nada que sea verdaderamente humano le es ajeno a Jesús, el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y ha asumido todo lo humano menos el pecado; nada verdaderamente humano nos es ajeno a la Iglesia, como no le es ajeno a Jesucristo y a su humanidad, que es la nuestra.

¿Quién se atrevería a decir que le es ajena a la Iglesia la situación delicada que atravesamos, los sufrimientos que en estos tiempos se ciernen sobre nuestra población, o que no le importan los dolores, las expectativas, o las tensiones entre los hombres o que no debe meterse en esas cuestiones de la situación actual en nuestra Patria, tan humanas y con tantísimas connotaciones profundamente humanas y tantas repercusiones y graves consecuencias humanas que afectan tan directamente a lo más serio del hombre, como son las relaciones con los otros, como es la convivencia, como es la historia común de un pueblo? Dios escuchó, escucha el clamor de su pueblo: esta es verdad de nuestra fe. La oración es el signo del hombre que cree. Y como personas que creen les pido a los que sepan rezar –es muy fácil– que recen, que oren ante Dios para expresarle nuestra confianza en Él, la profesión en Él que sabemos nos quiere y que todo lo puede porque es amor infi nito y misericordia sin límite que no se agota y que se renueva sin cesar, que es luz que alumbra en la oscuridad, que no puede ofuscarla ningún egoísmo ni cerrazón ni endurecimiento de la mente o del corazón. Lo que pido es un acto de responsabilidad y solidaridad efectiva y responsable, un acto estrictamente de fe en Dios, Padre misericordioso y todopoderoso en quien confi amos plenamente y de Quien esperamos la salvación, la luz, la sabiduría para saber y hacer lo que es grato a sus ojos, que siempre será el amor, no el odio, la unidad jamás la división y el enfrentamiento, la razón y la verdad.

Dice un salmo: ¡Qué dulzura, convivir los hermanos unidos!». ¡Qué tristeza, sin embargo cuando acontece lo contrario! Dios quiere esto, unidad, que es lo que le es grato. Hay muchas personas sufriendo por lo que sucede en España con su unidad amenazada y las consecuencias previsibles derivadas de su debilitamiento o destrucción para los de siempre: los pobres, los sin trabajo o los sin techo... Y esos sufrimientos de manera impredecible pueden agravarse.

En estos momentos se abre para nosotros la gran esperanza, que no es otra que el amor de Dios, que no nos deja en la estacada y ha manifestado su amor hasta el extremo. La gran manifestación de caridad, de solidaridad y cercanía, de justicia para con la totalidad de nuestro pueblo, es que elevemos nuestra plegaria y clamemos desde lo hondo al Señor, todopoderoso e infinito en su compasión, que tenga piedad y nos bendiga: y su bendición es amor y paz, justicia y comprensión, ayuda y colaboración. Que Dios esté al lado de todos para que haya cordura, razón, sabiduría, sensatez, sentido común y de responsabilidad por el bien común, de donde podrá surgir reconciliación y sabias soluciones ahora. Que Dios muestre su bondad, su favor como nos lo ha mostrado de manera tan admirable e incomparable en el Hijo suyo enviado en carne a los hombres, a los que no desdeña llamarnos hermanos, cuyos sufrimientos ha asumido, y cuya muerte y destrucción ha vencido con su cruz y resurrección. Que ilumine su rostro sobre España entera y que hallemos en Él toda gracia, auxilio, esperanza y consuelo. Que a todos nos conceda volver a Él, disipar la ceguera que nos impide ver la viga en nuestro ojo, que no vivamos de otra manera que confi ando plenamente en su misericordia, siempre grande y fiel; que no dejemos de hacer su voluntad que es, como Jesús ora en la hora suprema de su verdad: «Que seamos uno como Él y el Padre son uno». Que nos conceda su Espíritu de sabiduría, Espíritu de amor, de perdón, de reconciliación, de unidad. La misión de Jesús fue reunir a los hijos de Dios dispersos, llevar a cabo el perdón del pecado que divide e implantar la reconciliación y la paz. Babel, por el contrario, es dispersión, separación, división, enfrentamiento, incapacidad para el diálogo y el entendimiento, incomunicación, violencia y pérdida de libertad. Por eso digo a quienes crean, quieran y sepan, no dejemos de orar: sólo Dios salva y une y de Él viene la unidad, brota el amor, la misericordia, la paz.

Oremos por España, sus gentes, los que sufren y pagan cuando se siembra división y enfrentamiento, que son siempre los más pobres, en los que tendríamos que pensar por encima de todo, porque con ellos se identifica el Señor.

El proceso de recuperación de la Puerta del presbiterio en fotos








jueves, 21 de enero de 2016

La envidia no te hará feliz, hará que veas lo bueno del otro como algo contra ti, previene el Papa

La envidia no te hará feliz, hará que veas lo bueno del otro como algo contra ti, previene el Papa

(Religión en libertad) El Papa Francisco celebró la Santa Misa en la mañana del jueves en la Capilla de Santa Marta, en el día en que la Iglesia celebra la memoria de Santa Inés, virgen y mártir, por lo que el color litúrgico del día es el rojo de la sangre de los mártires.

La homilía del Pontífice trató acerca de los celos y la envidia, “pecados horribles que existen incluso en nuestras comunidades cristianas y utilizan el lenguaje para matar a otros”.

Saúl envidiaba y temía la popularidad de David

La primera lectura (1 Sam 18, 6-9: 19,1-7) habla de los celos que Saúl, rey de Israel, tiene hacia David. Tras las victorias contra los filisteos, las mujeres de Israel cantaban que "Saúl hirió a mil, y David a diez mil”. Ahí nació el rencor envidioso de Saúl, y las sospechas de que podría destronarlo. Saúl planea matar a David, pero su hijo consigue que lo reconsidere. Sin embargo, sus malos pensamientos vuelven una y otra vez. Los celos, dice el Papa, son "una enfermedad" que regresa y lleva a la envidia.

“Qué mala es la envidia. Es una actitud, un pecado malo. Y en el corazón, los celos o la envidia crecen como la mala hierba y no dejan crecer la hierba buena. Todo lo que le parece hacerle sombra, le duele. ¡No tiene paz! Es un corazón atormentado”.

Francisco recuerda incluso la cita bíblica: “Por la envidia del diablo entró el mal en el mundo”.

El Papa apunta además que el celoso o envidioso también sufre, tiene un corazón sufriente. Pero es “un sufrimiento que desea la muerte del otro. Cuántas veces en nuestras comunidades no hay que ir lejos para ver esto, que por celos se mata con la lengua. Uno envidia tal cosa o tal otra y comienza a murmurar, y las murmuraciones matan”.

"Y yo, pensando y reflexionando sobre este pasaje de la Escritura, me invito a mí mismo y a todos a buscar en mi corazón si hay algo de celos o de envidia, que siempre llevan a la muerte y no me harán feliz, porque esta enfermedad hace que lo bueno del otro lo veas como algo contra ti”.

El Papa animó a pedir al Señor la gracia de no abrir el corazón a los celos y las envidias.

A Jesús lo mataron por envidia

Después, Francisco apunta que Pilatos, “que era muy inteligente, aunque cobarde”, se dio cuenta –lo dice Marcos en el Evangelio- de que los jefes de los escribas habían entregado a Jesús por envidia.

Por eso insistió en que cada persona pida a Dios fortaleza contra la envidia, y que apreciemos que cada persona tiene sus pecados y sus virtudes. “Mira lo bueno y no mates con la murmuración por envidia o celos”, animó el Pontífice.

Carta Semanal del Sr. Arzobispo


La oración de Jesús. Que seamos uno

El evangelista San Juan nos ha dejado apuntes preciosos sobre Jesús que sólo en su relato podemos leer. La predilección de la que fue objeto le ayudó a comprender la entraña íntima del Corazón de Dios. Fue el primero en interesarse por la casa de Jesús y permanecer allí, el que presenció el día luminoso del Tabor y la noche tenebrosa de Getsemaní, el que se recostó a su pecho durante la Última Cena, el que estuvo con María al pie de la cruz, el que antes llegó al sepulcro vacío. Así nos recoge la oración que Jesús realiza en la cena postrera con sus discípulos. Aquellos doce apóstoles eran bien diversos y distintos por tantas razones, y sin embargo llamados a una unidad del todo especial: que sean uno como el Padre y Jesús son uno… para que el mundo crea.

No es una cuestión de uniformidad estética, de componenda fotográfica, de disciplina de partido, de “fuenteovejuna-todos-a-una”. Es algo más grande, más sencillo, menos pretencioso y nada ideológico. Ser uno no significa la anulación de la mirada personal que cada uno tiene de las cosas, sino la conciencia de que esa mirada no logra abarcar del todo la realidad cuando ésta es más grande, más hermosa, más bondadosa de cuanto los ojos particulares son capaces de captar. Es atreverse a mirar las cosas desde los ojos de Dios que custodian la Iglesia.

La unidad pedida por Jesús a sus discípulos no es el resultado de una imposición de la propia mirada a los demás, de la anulación cegadora de la visión del otro obligándole a mirar lo que yo y como yo. Esa unidad surge y crece cuando logramos mirar juntos, con la humildad de quien reconoce que no lo ve todo ni lo puede abarcar todo, y se deja asombrar por la grandeza, la belleza y la bondad de Otro, de Dios mismo en cualquiera de sus manifestaciones. Es un asombro que nos reclama una adhesión llena de gratitud y de amor hacia la Verdad que inmerecidamente se nos ofrece por parte del Señor.

Lejos de hacernos rivales que porfían y se enfrentan desde nuestras formas distintas de ver y de mirar, se nos constituye en hermanos que se completan y complementan. Sin avasallar al otro, sin la prepotencia sobre el otro, dejamos que la Verdad de Dios con toda su belleza, su bondad y su grandeza se nos adentre, nos purifique y nos conceda esa unidad que pidió al Padre el mismo Jesús.

En estos días estamos celebrando la semana de oración pidiendo la unidad de los cristianos, de cuantos confesamos a Jesús como el Hijo de Dios. Tal y como nos ha recordado la Comisión Episcopal para las relaciones Interconfesionales, «en Europa cada día nos damos más cuenta de la importancia que tiene el diálogo interreligioso para luchar juntos contra un laicismo beligerante que pretende excluir a Dios y a la religión del espacio público. También es cada vez más evidente la necesidad de ese diálogo para aislar al fanatismo nihilista que nada tiene que ver con una vivencia auténtica de la religión, y para construir un futuro de paz verdadera y estable. La reciente escalada del terrorismo, la tensión creciente en el ámbito internacional, los movimientos migratorios de personas que huyen de la guerra y de la miseria buscando un futuro mejor para ellos y sus hijos, son otros tantos factores que nos empujan a intentar comprender mejor el mundo en el que vivimos en toda su complejidad religiosa, social y cultural.

Que la unidad redunde en la entrega a la humanidad por la que murió redentoramente Jesús, vendando sus heridas, respondiendo sus preguntas y acercándoles la gracia de la que todos somos mendigos. Ser uno en Dios para que el mundo crea.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 20 de enero de 2016

Sacramento de la Penitencia y misericordia. Por Guillermo Juan Morado



El Jubileo de la Misericordia, que ha convocado el papa Francisco, nos debe animar a todos a valorar, de nuevo, el sacramento de la Penitencia. Ante todo, a los pastores de la Iglesia, pero, asimismo, a los demás fieles cristianos.

En la bula “Misericordiae vultus”, el Papa dice sobre los confesores:”Nunca me cansaré de insistir en que los confesores sean un verdadero signo de la misericordia del Padre. Ser confesores no se improvisa. Se llega a serlo cuando, ante todo, nos hacemos nosotros penitentes en busca de perdón. Nunca olvidemos que ser confesores significa participar de la misma misión de Jesús y ser signo concreto de la continuidad de un amor divino que perdona y que salva” (MV 17).

Signos de la misericordia, buscadores de la misericordia, ministros de la misericordia. Eso debemos ser los confesores: “el signo del primado de la misericordia”.

Los sacerdotes no solo debemos “buscar el perdón”, sino también ofrecerlo, de parte de Cristo, dando facilidades para que, nosotros y los demás fieles, podamos confesarnos. Y en esa misión de no poner obstáculos al perdón, entra el ofrecer un horario generoso de confesiones, en lo que sea posible.

Merece la pena “re-visitar” el “Ritual de la Penitencia”. Los “Praenotanda” de la edición típica del ritual romano constituyen un precioso tratadito sobre el sacramento, con una base muy sólida, unida a la Escritura: la Sesión XIV del Concilio de Trento. También se hace eco de la enseñanza del Vaticano II, que incide en la reconciliación del penitente con la Iglesia.

Como en todos los sacramentos, también en el de la Penitencia, es indispensable respetar la verdad del mismo. En la lógica sacramental, que es la de la Encarnación, no tiene cabida jugar a los carnavales. Jesús parece y es el Hijo de Dios hecho hombre. No solo lo parece, sino que lo es.

Lo mismo en la Penitencia: sin arrepentimiento del corazón, no hay Penitencia. Como no hay Bautismo, sin fe. Ni Matrimonio, sin entrega mutua del hombre y de la mujer. Claro, que al resaltar esta coherencia, se debe decir, también, que la primacía la tiene la acción de la gracia. Pero una gracia que asume la naturaleza, sin eliminarla.

Santo Tomás señalaba como “res et sacramentum”, como primer efecto del signo sensible y, a la vez, como signo de una gracia ulterior – el perdón de los pecados - , la contrición del corazón. Este dolor del alma es, según Santo Tomás, un efecto del signo sacramental – de la confesión y de la absolución - , pero a, la vez, es signo del efecto último del sacramento: el perdón de los pecados.

Dios nos hace colaboradores suyos en la obra de nuestra salvación. Él lleva la delantera, pero no nos salva sin nosotros.

Es importante, también, respetar estrictamente la disciplina, y la verdad, sobre el “rito para reconciliar a muchos penitentes con confesión y absolución general”. ¿Es posible aplicar este rito? Sí, pero no a gusto del “consumidor”, sino tal y como la Iglesia lo establece, observando los requisitos objetivos, de los que juzga no el que imparte directamente la absolución, salvo amenaza de peligro de muerte, sino el Obispo diocesano.

Y hay, también, requisitos subjetivos – por parte de quien recibe la absolución - que se deben tener en cuenta; entre ellos, el propósito de confesar individualmente todos los pecados graves que, en circunstancias extraordinarias (las de la absolución general), no haya podido confesar.

En cualquier caso, sigue en pie la certeza de que la confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario con que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la Iglesia (canon 960).

Y, otra cosa, para terminar. No está prohibido ni administrar ni recibir el sacramento de la Penitencia durante la celebración de la Santa Misa. Si un sacerdote celebra la Santa Misa y, otro u otros, están confesando durante ese tiempo, se puede acudir al sacramento de la Penitencia. No parece irrazonable hacerlo, tal como explica la Instrucción “Redemptionis Sacramentum”, de la Congregación para la Disciplina de los Saramentos y del Culto Divino (25.III.2004):

“no es lícito unir el Sacramento de la Penitencia con la Santa Misa y hacer así una única acción litúrgica. Esto no impide que algunos sacerdotes, independientemente de los que celebran o concelebran la Misa, escuchen las confesiones de los fieles que lo deseen, incluso mientras en el mismo lugar se celebra la Misa, para atender a las necesidades de los fieles. Pero esto, hágase de manera adecuada”.

Ojalá acojamos, todos, la invitación del papa Francisco a una mejor celebración del sacramento de la Penitencia, como signo eficaz de la misericordia de Dios.

Reflexión del Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos


Destinados a proclamar las grandezas del Señor (1 Pedro 2, 9)


Contexto

La más antigua pila bautismal de Letonia es de los tiempos del gran evangelizador de Letonia san Meinardo. Originalmente se encontraba en la catedral de Ikšķile. Hoy se encuentra en el mismo centro de la catedral luterana de la capital del país, Riga. La ubicación de la pila, tan cerca del púlpito ornamentado de la catedral, expresa elocuentemente la relación entre bautismo y proclamación y la vocación que comparten todos los bautizados deproclamar las grandezas del Señor. Esta vocación constituye el tema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2016. Inspirados por dos versículos de la Primera Carta de san Pedro, miembros de diferentes Iglesias de Letonia prepararon los recursos para la Semana.

Las evidencias arqueológicas sugieren que el cristianismo llegó a Letonia del Este en el siglo X de la mano de monjes bizantinos. Sin embargo, la mayoría de los relatos datan los orígenes cristianos de Letonia en el siglo XII y XIII, en relación con la misión evangelizadora de san Meinardo y más tarde con la de otros misioneros alemanes. La capital Riga fue una de las primeras ciudades en adoptar las ideas de Lutero en el siglo XVI y XVIII. Misioneros de Moravia (Hermandad de Herrnhut) revitalizaron y ahondaron la fe cristiana por todo el país. Sus descendientes estaban destinados a jugar un papel central para sentar las bases de la independencia en 1918.

El pasado, con sus diversos períodos de conflicto y sufrimiento, ha tenido consecuencias notables en la vida de la Iglesia hoy en Letonia. Es un hecho triste que la utilización de la fuerza por parte de algunos antiguos misioneros y de los cruzados tergiversó la esencia del Evangelio. A lo largo de los siglos la tierra de Letonia ha sido un campo de batalla para muchas potencias nacionales y confesionales. Los cambios en el poder político en distintas partes del país se veían frecuentemente reflejados en cambios en la afiliación confesional de sus gentes. En la actualidad, Letonia es un cruce de caminos en el que regiones católicas romanas, protestantes y ortodoxas se encuentran. A causa de esta peculiar ubicación, Letonia se ha vuelto la casa de muchos cristianos de diferentes tradiciones, ninguna de las cuales domina sobre las demás.

Letonia existió por primera vez como estado de 1918 a 1940, en la estela de la Primera Guerra Mundial y la caída de los imperios ruso y alemán. La Segunda Guerra Mundial y las décadas que siguieron, con sus ideologías totalitarias anticristianas –el nazismo ateísta y el comunismo–, trajeron devastación a las tierras y a los pueblos de Letonia hasta que llegó la caída de la Unión Soviética en 1991. Durante esos años los cristianos estuvieron unidos en su testimonio común del evangelio, incluso hasta llegar al martirio. El Museo del obispo Sloshkans en Letonia da fe de este testimonio común ofreciendo un listado de los mártires cristianos de las Iglesias ortodoxa, luterana y católica. Los cristianos en este tiempo descubrieron su participación en el sacerdocio real, mencionado por san Pedro, padeciendo la tortura, el exilio y la muerte a causa de su fe en Jesucristo. Este lazo del sufrimiento creó una comunión profunda entre los cristianos de Letonia. A través de él, descubrieron su sacerdocio bautismal que les capacita para ofrecer sus sufrimientos en unión con los sufrimientos de Jesús para el bien de otros.

La experiencia de cantar y orar juntos –incluso el himno nacional Dios bendiga Letonia– fue crucial para que Letonia reconquistara su independencia en 1991. Una oración ferviente por la libertad se ofrecía en muchas Iglesias de la ciudad. Unidos en el canto y la oración, ciudadanos desarmados construyeron barricadas en las calles de Riga y se mantuvieron hombro con hombro desafiando los tanques soviéticos.

Sin embargo, el oscuro totalitarismo del siglo XX alejó a mucha gente de la verdad acerca de Dios Padre y su autorrevelación en Jesucristo y del poder dador de vida del Espíritu Santo. Afortunadamente, el período postsoviético ha llevado a una renovación de las Iglesias. Muchos cristianos se juntan para orar juntos en pequeños grupos y para celebraciones ecuménicas. Conscientes de que la luz y la gracia de Cristo no ha penetrado y transformado a todo el pueblo de Letonia, quieren orar y trabajar juntos para que las heridas históricas, étnicas e ideológicas, que aún desfiguran la sociedad letona, puedan ser curadas.

La llamada a ser pueblo de Dios

San Pedro le dice a la Iglesia primitiva que en su búsqueda de sentido antes de encontrarse con el evangelio era «no pueblo». Pero a través de la escucha de la llamada a ser «raza elegida» de Dios y de recibir el poder de salvación de Dios en Jesucristo, se ha vuelto «pueblo de Dios». Esta realidad se expresa en el bautismo, que es común a todos los cristianos, en el que renacemos del agua y del Espíritu Santo (cfr. Juan 3, 5). En el bautismo morimos al pecado para resucitar con Cristo a una nueva vida de gracia en Dios. Constituye un desafío cotidiano mantenernos conscientes de esta nueva identidad que tenemos en Cristo:


¿Cómo entendemos nuestra vocación común de ser «pueblo de Dios»?
¿Cómo expresamos nuestra identidad bautismal de ser «sacerdocio real»?

Escuchando las grandezas de Dios

El bautismo nos abre a un nuevo y apasionante viaje de la fe uniendo a cada cristiano con el pueblo de Dios que peregrina a lo largo de los siglos. La palabra de Dios –las Escrituras que los cristianos de todas las tradiciones rezan, estudian y meditan– es el fundamento de una comunión real aunque incompleta. En los textos sagrados que compartimos oímos acerca de las grandezas de Dios en la historia de la salvación, sacando a su pueblo de la esclavitud; y de la gran obra de Dios: la resurrección de Jesús de la muerte que inauguró una nueva vida para todos nosotros. Más aún, la lectura orante de la Biblia lleva a los cristianos a reconocer las grandezas de Dios en sus propias vidas:

¿De qué manera reconocemos y respondemos a las grandezas de Dios en el culto y el canto y en el trabajo a favor de la justicia y la paz?

¿De qué manera valoramos la Escritura como Palabra viva de Dios que nos llama a una unión mayor y a la misión?

Respuesta y proclamación

Dios nos ha elegido pero no como si esto fuera un privilegio. Nos ha hecho santos, pero no en el sentido de que los cristianos son más virtuosos que los demás. Nos ha elegido para llevar a cabo una misión. Somos santos en la medida en que estamos comprometidos con la obra de Dios, que es siempre la de llevar su amor a todos los pueblos. Ser un pueblo sacerdotal significa estar al servicio del mundo. Los cristianos viven esta llamada bautismal y dan testimonio de las grandezas de Dios de distintas maneras:

Curando las heridas: Las guerras, los conflictos y los abusos han herido la vida emocional y relacional de la gente de Letonia y de otros países. La gracia de Dios nos ayuda a pedir perdón por los obstáculos que impiden la reconciliación y la sanación, de obtener misericordia y de crecer en santidad.

Buscando la verdad y la unidad: La conciencia de nuestra identidad común en Cristo nos empuja a trabajar para superar las cosas que aún nos dividen como cristianos. Como los discípulos de Emaús, estamos llamados a compartir nuestra experiencia para poder descubrir que en nuestra común peregrinación Jesucristo está en medio de nosotros.

Un compromiso activo a favor de la dignidad humana: Los cristianos que han sido sacadosde las tinieblas a su luz maravillosa reconocen la enorme dignidad de toda vida humana. A través de proyectos sociales y caritativos nos acercamos a los pobres, los necesitados, los adictos y los marginados.


Al considerar nuestro compromiso por la unidad de los cristianos, ¿por qué cosas deberíamos pedir perdón?

Conociendo la misericordia de Dios, ¿cómo nos comprometemos en proyectos sociales y caritativos con otros cristianos?

martes, 19 de enero de 2016

Ateos, escépticos y humanistas. Por D. Jorge Juan Fernández Sangrador (Vicario General de la Diócesis de Oviedo)




Desvaríos de una sociedad incuestionablemente deudora de la religión católica

La Universidad más prestigiosa del mundo, la de Harvard, cuenta con 26 capellanías: bahá´í, budista, hindú, católica, ortodoxa, metodista, adventista, zoroástrica, islámica, entre otras. En el campus existe también una capellanía en la que se agrupan humanistas, agnósticos, escépticos y ateos. Fue fundada en 1974 por Thomas Ferrick, después de haber abandonado el ministerio sacerdotal, que ejerció en la archidiócesis de Boston hasta 1969.

Actualmente hay capellanías humanistas en varias universidades de los Estados Unidos. Forman parte de la American Humanist Association, que, desde 1941, trabaja en favor de los derechos de cuantos sostienen que la realización del bien y el logro de la excelencia moral se alcanzan sin necesidad de creencias religiosas.

``Buenos son Dios´´es el lema. Sin embargo, no se muestran indiferentes ante la religión. Además del día de Darwin y de los solsticios, en el calendario humanista se señalan fechas conmemorativas de rupturas entre la Iglesia y el Estado o la ciencia y la fe. Son secular holidays. Como el 23 de diciembre, fiesta de la luz, la compasión, la razón y la esperanza.

Por otra parte, la habilitación de ministros humanistas, hombres y mujeres, para conducir celebraciones del marimonio, nacimiento o muerte, así como de la variedad de vivencias personales o de grupo, no se desvía del surco de la formación para esa función en comunidades cristianas o judías de América. Y para ejercerla en las mismas condiciones legales que los rabinos y los clérigos. El uso de estola o de la Kipá, o de ambas a la vez, como prendas rituales de los ministros de las celebraciones no teistas visibiliza la tradición religiosa de la que se proviene y a la que se aspira a suplantar. El lector curioso puede ver un muestrario de ornamentos en los sitios web Happy Humanist Stoles y Kit´s Karma Creations.

El hecho de que una capellanía de humanismo ateo haya sido erigida en igualdad de condiciones que las de las confesiones religiosas, en una Universidad privada y puritana de Estados Unidos, no es un fenómeno equiparable al de España en la última década en lo que se refiere a la consideración social de la religión. Aunque existan concomitancias en la pretensión de revestirse de su paño volviéndolo del revés transformando una Iglesia en restaurante auditorio o pista de patinaje, la Navidad en saludo al sol, la Cabalgata de Reyes en parade del mes nivose republicano francés, Dios en energía, Emmanuel en la fuerza te acompañe, los Evangelios en guión de película provocativa, las hostias consagradas en teselas de un mosaico o las sacristías en almacenes de utillaje para carnaval. Es la irreverencia en compañía de la extravagancia . Emmanuel Todd lo atribuye a que la humanidad vive por primera vez sin ninguna creencia metafísica.

Este sociologo judío francés ha publicado un ensayo ``¿Quién es Charlie? Sociología de una crisis religiosa´´, que ha suscitado una vehemente controversia sobre la situación en que se halla sumida actualmente Francia. ``El fantasma del católicismo habita en la izquierda´´,afirma. Son impactantes sus consideraciones sobre laicismos, religión y política, en una sociedad que se jacta de racional, moderna y liberada de costumbres anacrónicas, pero que sigue siendo incuestionable deudora -aun sin declararlo- del catolicismo. En el se han originado los valores de su predilección.

Ahora, empero, parecen discurrir entre desconcertantes desvaríos, tal como G.K. Chesterton apuntó en su libro Ortodoxia: ``El mundo moderno está lleno de viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas´´.

Aquí un cura trabucaire



José Manuel Vidal, el director de Religión Digital, anda cabreado. Parece, según él, que hay sueltos por el mundo, y especialmente por la red, unos cuantos talibanes dispuestos a cazar al papa como sea y que se pasan -nos pasamos- el día lanzando piedras contra el sucesor de Pedro.

Según José Manuel Vidal, como todos sabemos ejemplo de ecuanimidad y misericordia para los que no piensan como él, se trata de unos cuantos “obispos-cazadores” entre los que cita a Rouco ¡qué iba a hacer José Manuel Vidal sin citar a Rouco!, laicos “clericalizados e ideologizados” y curas trabucaires “que enterraron la parábola del buen samaritano en el cajón de los olvidos y ciñeron el seguimiento de Jesús al Catecismo y al Código de Derecho Canónico”.

Sigue, sigue. Que José Manuel Vidal cuando se cabrea, se cabrea. De hecho, lo que era en principio un post más, a las pocas horas era nada menos que portada en Religión Digital. No sé qué le habrá pasado.

Sigue, sigue: “laicos ultramontanos”, “infovaticanos e infocatólicos” -ganas de perder el tiempo con nosotros si somos, José Manuel Vidal dixit, “terminales pequeñas”-, “han convertido al papa en un muñeco de pim pam pum”, “para que deje de predicar el evangelio a los pobres”, “arremeten contra todo lo que venga de Roma” (válgame Dios, Vidal hablando de esto), “lo mínimo que desean es que muera o que lo mueran”, “cegados por la fe convertida en ideología no ven la primavera”.

José Manuel Vidal: ¿nos acusa de estar deseando el asesinato del papa Francisco?

Como puede verse, todo un argumentario repleto de serios conceptos teológicos, documentos de la Iglesia, citas de la Escritura y misericordina, sobre todo mucha misericordina de la buena.

Supongo que el hecho de ser bloguero de Infocatólica, y no de los menos leídos, me convierte automáticamente en un cura de esos que “sin demasiados méritos ni celo pastoral, aprovecharon la situación para colocarse cada vez más arriba en el escalafón clerical. Y, ahora, no quieren bajar peldaños”, amén de ser también, supongo,“un cura trabucaire, que congelaron el Concilio y se olvidaron de salir a las calles.Los que enterraron la parábola del buen samaritano en el cajón de los olvidos y ciñeron el seguimiento de Jesús al Catecismo y al Código de Derecho Canónico”.

Pues si lo dice José Manuel Vidal, así será. Debo ser un cura sin celo pastoral, olvidado de los pobres y alejado de la gente, que escribe en Infocatólica y para superar sus frustraciones. Así sea.

Da gusto leer a gente tan primaveral y misericordiosa

Jorge González Guadalix, Sacerdote

lunes, 18 de enero de 2016

Comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos


Del 18 al 25 de enero se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que este año lleva el lema, “Destinados a proclamar las grandezas del Señor”. Durante estos días, en las diócesis españolas, se organizan distintas celebraciones ecuménicas. En el caso de nuestra diócesis, este próximo viernes, 22 de enero, tendrá lugar una Oración Ecuménica en el Monasterio de San Pelayo de Oviedo, a las 19,30 horas, con la participación de los cristianos de las distintas confesiones que se encuentran en Asturias.

San Antón 2016

sábado, 16 de enero de 2016

Evangelio Domingo II del Tiempo Ordinario


Lectura del santo Evangelio según San Juan 2, 1-12

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:
–No les queda vino.
Jesús le contestó:
–Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los sirvientes:
–Haced lo que él diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
–Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
–Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo.
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
–Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.
Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.

Palabra del Señor

viernes, 15 de enero de 2016

INTENCIONES DE ORACIÓN DEL SANTO PADRE CONFIADAS AL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN PARA ENERO 2016

Universal 

 Diálogo interreligioso. Que el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones, conlleve frutos de paz y justicia.

Misional Unidad de los cristianos.

Para que mediante el diálogo y la caridad fraterna, con la gracia del Espíritu Santo, se superen las divisiones entre los cristianos.

Conferencia Episcopal Española

Por la Iglesia, extendida por todo el mundo, para que el Señor la fortalezca y la guíe como testigo de su amor, para que pueda realizar su misión evangelizadora y se alcance la unidad de todos los cristianos.

Un bebé en el Congreso de los Diputados. Por Guillermo Juan Morado



Me ha encantado la imagen. Es muy loable que una madre lleve a su hijo, muy pequeño, a donde pueda llevarlo. Ni nodrizas, ni guarderías, ni nada por el estilo. Un niño necesita a su madre. A su padre también, obviamente. Pero quizá más, al menos a esa edad, sobre todo, a su madre.

Privar a un niño de padre es injustísimo; privarlo de madre, no tiene perdón. Yo siempre observo la relación de las madres con sus hijos pequeños. Es de absoluta dedicación, de total dependencia mutua: de la madre hacia el niño, sin duda, pero también del niño hacia la madre.

En este mundo inhóspito, al que venimos, la patria es la madre. Privar de patria, de madre, es condenar a un bebé a la condición de alguien que no sabe ni cómo ni por qué ha venido al mundo.

Yo no soportaría haber nacido sin el amor de mi madre. Como soy el hijo mayor, también he sido “príncipe destronado”. Pero, esa seguridad básica, la del amor de mi madre, no me ha abandonado en la vida. Gracias a Dios.

Un bebé en el Congreso de los Diputados es, casi, como un bebé en la iglesia parroquial. Es, casi, algo anómalo, pero es una presencia que infunde esperanza. Esa presencia viene a decir que la vida merece la pena, que no es un castigo, sino un don de Dios.

¡Y en el Congreso de los Diputados! Donde, por desgracia, se han aprobado leyes que no favorecen, precisamente, que nazcan niños. Un bebé de 5 o 6 meses es un regalo del Cielo, pero también lo es con cinco o seis meses – o con un minuto - de gestación, antes de nacer. Un bebé siempre es un regalo.

Yo apuesto porque se llenen de bebés las iglesias y los Congresos. La política, si se toma en serio, no puede ir en contra del derecho básico de todos: el derecho a nacer, a vivir. La Iglesia, por su parte, se sabe madre. No podrá engendrar a nuevos hijos de Dios, por el Bautismo, si no nacen niños.

“Cristo nunca está sin agua”, decía Tertuliano. Es decir, Cristo nunca está sin la Iglesia. Jamás somos “hijos” sin madre. Sin la madre propia – que jamás será, si se toma ese papel en serio, “de alquiler” - , ni sin la madre Iglesia.

¿Niños en el Congreso? Cuantos más, mejor. A ver si se enteran de que dar a luz y amamantar a un hijo no es un pecado, sino una bendición. Claro, con la colaboración del padre, que es esencial. Nadie, al menos yo, lo negaría nunca.

miércoles, 13 de enero de 2016

Los santos son los que creen que Dios lo puede todo, explica el Papa en misa en la Casa Santa Marta


(Zenit) La oración hace milagros e impide al corazón endurecerse y que olvide la piedad. Así lo ha indicado el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la mañana del martes en la residencia Santa Marta.

“La oración de los fieles cambia la Iglesia: no somos nosotros, los Papas, los obispos, los sacerdotes” quienes “llevan adelante la Iglesia”, sino que “son los santos”, ha asegurado.

De este modo, el Papa ha explicado que podemos ser personas de fe y haber perdido el sentido de la piedad bajo las cenizas del juicio, de las críticas.

Durante su homilía ha reflexionado sobre la primera lectura del día, cuyos protagonistas son Ana --una mujer angustiada por su esterilidad que suplica con lágrimas a Dios que le dé un hijo-- y un sacerdote, Elí, que la observa discretamentedesde lejos, sentado en el templo.

La escena descrita en el libro de Samuel hace escuchar primero las sentidas palabras de Ana y después los pensamientos del sacerdote, el cual, no logrando escuchar nada de lo que dice la mujer, con superficialidad concluye pensando que es “una borracha”. Y sin embargo, como sucederá después, ese llanto amargo arrebata a Dios el milagro solicitado.

Al respecto, el Pontífice ha observado que “Ana rezaba en su corazón y se movían solamente los labios, pero la voz no se oía. Esta es la valentía de una mujer de fe que con su dolor, con sus lágrimas, pide la gracia al Señor”. Y ha exclamado: “¡Muchas buenas mujeres son así en la Iglesia, muchas!”, que van a rezar como si fuera una apuesta… Pero pensemos solamente en una grande, santa Mónica, que con sus lágrimas ha conseguido tener la gracia de la conversión de su hijo, san Agustín. Hay muchas así”.

El Santo Padre ha proseguido reconociendo que Elí, el sacerdote, es un “pobre hombre”, hacia el cual “siento una ‘cierta simpatía’” porque “también encuentro defectos en mí que me hacen acercarme a él y entenderlo bien”.

Con cuánta facilidad --ha afirmado-- juzgamos a las personas, con cuánta facilidad no tenemos el respeto de decir: ‘¿qué tendrá en su corazón? No lo sé, pero yo no digo nada…’”. Cuando “falta la piedad en el corazón, siempre se piensa mal” y no se comprende a quien sin embargo reza “con el dolor y con la angustia” y “encomienda ese dolor y angustia al Señor”.

Asimismo, Francisco ha asegurado que “esta oración la ha conocido Jesús en el Huerto de los Olivos, cuando era mucha la angustia y el dolor, que le vino ese sudor de sangre. Y no ha regañado al Padre: ‘Padre, si puedes quítame esto, pero que se haga tu voluntad’. YJesús ha respondido en el mismo camino de esta mujer: la mansedumbre. A veces rezamos, pedimos al Señor, pero muchas veces no sabemos llegar precisamente a ese lucha con el Señor, a las lágrimas, a pedir, pedir la gracia”.

Por otro lado, el Papa ha recordado la historia de un hombre de Buenos Aires que, con la hija de 9 años ingresada al final de su vida, fue de noche donde la Virgen de Luján y pasó la noche aferrado a la barandilla del Santuario para pedir la gracia de la sanación. Y a la mañana siguiente, al volver al hospital, encontró a la hija sanada.

De este modo, el Pontífice ha concluido su homilía asegurando que “la oración hace milagros. También hace milagros a los que son cristianos, sean fieles laicos, sacerdotes, obispos que han perdido la piedad de la devoción”. La oración de los fieles cambia la Iglesia. “No somos nosotros, los Papas, los obispos, los sacerdotes, las religiosas quienes llevan adelante la Iglesia, ¡son los santos! Y los santos son estos, como esta mujer. Los santos son los que tienen la valentía de creer que Dios es el Señor y que todo lo puede”.

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Una cuesta que cuesta subir

Ya terminó la tregua piadosa de las fechas navideñas. Han sido días de volver a escenificar agradecidos valores que tuvieron su punto de partida en aquel pequeño establo de Belén en torno a una santa familia. No sólo fueron Jesús, su madre María y el discreto José, sino que han ido desfilando pastores y otros curiosos lugareños ante el anuncio de los ángeles. Una cita especial tuvo como protagonistas a aquellos escrutadores de los cielos, sabios orientales que cotejando sus saberes y escritos, y sobre todo abriendo de par en par sus ojos y sus corazones se dejaron guiar por la estrella. Ésta era sólo el pretexto, pues cuando estuvieron cara a cara con la luz de aquel Niño, no hubo ya más estrellas que seguir al ver entre pajas a quien era el Sol más grande amanecido que no declinaría en ningún ocaso jamás.

Ahora realizamos el rito de devolver a las cajitas de guardar nuestros recuerdos lo que en estos días navideños ha podido llenar de ilusión y de esperanza la vida cotidiana. En torno al misterio de Dios que se hace hombre y acompaña cada tramo de nuestro sendero, hemos vuelto a brindar con aquellos que queremos en unos días entrañables, mientras soñábamos juntos en un nuevo año que comienza que es posible intentar de nuevo tantas cosas fallidas, extrañas o enfrentadas.

Con cantares y villancicos, con nacimientos beleneros, con turrones y mazapanes, con una mirada tierna que nos hace familiares, comprensivos, hacedores de paz y mensajeros de perdones. Así hemos vivido durante años y siglos estos días tan señeros y mágicos, como resulta de esa escena en la que aprendemos tanto humana y cristianamente al asomarnos callandito a contemplar a Dios que se hace Niño, a su madre bendita y al bueno de José. Ahora toca volver a traer lo que hemos vivido y aprendido en estos días especialmente cristianos, a todo eso que representan nuestras cuitas, nuestros entresijos cotidianos, los dimes y diretes nos confunden y astillan, los jaleos que nos traemos en los enjuagues postelectorales, el carrusel de pretensiones, zancadillas y mentiras, la corrupción consumada por los de siempre y la no consumida todavía por los que acaban de llegar…

¡Cómo ha resultado violento y tramposo el patético intento de desalojar lo cristiano de estas fechas navideñas! Tanto, que en algunos casos ha sido obsceno el desaire de tamaño trucaje truculento, cuando se han tocado con hostilidad provocativa los sentimientos religiosos de los cristianos (¡bien saben ellos que con el ramadán no se juega con mofas ni en torno a la Meca se hacen befas!), o la ilusión inocente de nuestros más pequeños. Y ahí están, dando lecciones y apuntando maneras para cuando tengan menos apuros en apuntalar nuevos gobiernos de perdedores.

Dicho lo cual, seguimos adelante el camino emprendido en la aventura de vivir, porque aquí no hay botón de pausa. La cuesta de enero cuesta, y este año por tantos motivos. Pero al comenzar el año, quizás vemos en lontananza no pocos retos que, tanto personal como socialmente, nos desafían como ciudadanos creyentes: hay nubes y hay soles, horizontes límpidos y nubarrones, las noticias consabidas y algunas que nos sobresaltarán sin cita previa con sus disgustos y sus traiciones. Todo eso se nos agolpa ahora de repente, en este enero de las cuestas arriba, más delgados de presupuestos y más atiborrados de algunos excesos impenitentes. Por eso, nuestra puesta a punto, nuestro recomienzo tras las navidades, no tiene ese trasfondo triste y cansino como quien vuelve a lo de siempre, sino que poniendo nombre y acaso fecha a las cuestiones, queremos vivirlas con Dios, para Él y sin hacerlo contra nadie, pero con toda la responsabilidad que nuestro momento reclama: sin complejos y sin presunciones, con tacto y con libertad, con arrojo y paciencia, con imaginación creativa y con humildes soluciones. En la vida cristiana en medio de la sociedad.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo